Por: ADHEMIR CAVERO CHAVERA
Con la distancia se puede sentir una relación más sentimental, más emocional, pero menos cotidiana. – Cantautor



No estuve en el estadio, pero sentí que estaba allí. La transmisión de la semi de la Libertadores no me la podía perder, ni loco. Era de las dos, la más atractiva. Dicen que el peor enemigo de un peruano, es otro peruano en mi país; esta frase bien podría aplicar para lo que se vio esta noche de copa: el peor enemigo de un argentino fue otro argentino. River lo tenía todo, tres goles arriba y un crack que estaba jugando a placer como Scocco, pero al frente estuvo un equipo con todas sus letras bien puestas: Lanús, aquel que lejos de ponerse rojo de cólera, apeló a su granate tradicional para meterle ganas, empuje y seguir creyendo en el partido. Debe ser de las poquísimas veces que ví a un cuadro 2-0 abajo pero con todas las chances de poder remontar por las virtudes antes mencionadas. Entonces apareció Lautaro Acosta, un todo terreno que fue el ejemplo a seguir de sus compañeros. 2-0 abajo y este marcador ya significaba el todo o nada para los locales.

Los tiros de cámara mostraban caras de desconcierto en la hinchada local, pero en el campo, las de los jugadores en cambio era la de unos soldados que estaban dispuestos a cambiársela a los de la grada, a punta de acción y reacción. Y así fue que trabajando a contrarreloj apareció Sand para hacer que su equipo se vaya con `algo´al entretiempo. No estuve en el estadio, en el camarín mucho menos, pero me imagino que en Lanús nadie se sentó siquiera, ni se reprochó nada en vestidores, me imagino que siguieron corriendo o trotando cada uno en su lugar para no enfriarse en esos quince minutos, por ello salieron a la cancha cual toro lanzado al ruedo y metieron el empate que desconcertó a River. Actitud, señores con eso se logra mucho. 

No estuve en el estadio, pero de haber estado me habría encantado exteriorizar que si alguien se merecía un gol, ese era Lautaro Acosta y fue precisamente el quien cerró una nueva cortejada de Pepe Sand para lanzarse como si de recuperar un balón se tratara, aunque pensándolo bien si recuperó muchísimo y fue la esperanza de su gente.

No estuve en el estadio, pero desde mi hogar en Lima, me paré a ver si mi TV estaba inclinada hacia el lado derecho y no era así, era la marea granate que no daba respiro a un River que pedía tregua. Entonces vino una nueva incursión en el área y un jalón que vieron todos de Argentina hasta aquí, pero no el juez colombiano, que tuvo que apoyarse en el VAR para ver observar más allá de lo evidente. Revisión hecha y penal cobrado que convirtió Silva para hacer venir abajo la cancha del Ciudad de Lanús.

No estuve en el estadio, mucho menos en Argentina pero me sentí identificado con todos esos tipos que ví llorando en la tribuna y claro que me contagié. Algunos le llaman fútbol, yo le llamo conexión y eso hace este deporte: une distancias y con partidos como estos,  las acorta. Le pasó a Lanús que tuvo que hacer un gran despliegue para remontar y ahora ya está en la final.