Nigeria había hecho tablas con Argentina apenas iniciado el segundo acto. De penal, Moses alborotó las aguas y  puso de vuelta todo con su definición y celebración. Argentina, que había jugado un primer tiempo lleno de claridad, se vio de pronto enceguecido. Las águilas y las aves carroñeras sobrevolaban el estadio Krestovsky, todos los críticos afilaban la pluma y de reojo los puñales. Ver a Argentina caído, fuera en primera ronda iba a ser la excusa perfecta para reventar el rating. 

Sin embargo en la cancha, los tan reclamados históricos aparecieron. Messi y Mascherano. La Pulga debía estar preciso para la definición y habilitaciones, el Jefecito, para los cruces. Tiempistas ambos, cada uno a su estilo, fueron los pilares en los se ampararon los albicelestes.

Esa imagen de Mascherano sangrando, es desde ya icónica. El hoy central, se la jugó en cada entrada, cada cruce y no le interesó terminar herido, si de ganar esta batalla se trataba. 

Por eso el abrazo final entre ellos (Messi y Mascherano) es otra de las imágenes del partido. Los nigerianos los pusieron en mil y un aprietos, por eso cuando Rojo la colocó al fondo cuando no faltaba casi nada, el grito de gol fue intenso. Así lo demandaba la situación. 

Argentina clasifica con lo justo, con números en rojo y ahora va entre gallos y medianoche a una nueva fase. El rival, no importa, terminaron venciendo al más difícil, ese que se encontraba dentro de ellos mismos y que los limitaba por eso, cualquier cosa puede pasar.