Por: Adhemir Cavero Chavera
El cierre de la Copa Libertadores tuvo una previa con ambiente de fiesta en Lima. Ver a hinchas de Flamengo y River Plate adornar con sus colores las calles de mi ciudad, emocionaba. Algunos llegaron en bus, otros en avión más todos buscaban un solo destino: la gloria.
La jornada de aquel sábado 23 de noviembre, si embargo, empezó accidentada. Un hincha del equipo rival de Universitario de Deportes, local en el estadio Monumental, escenario de la primera final a solo partido en la historia de la Libertadores, borró el escudo que estaba pintado en el cerro aledaño al recinto. Esta acción fue revertida por los hinchas cremas que trabajaron en equipo para restaurarla y tenerla lista de vuelta para el momento del encuentro. Con poco tiempo se logró lo imposible. Aquel hecho aunque parezca aislado fue sin querer queriendo, un señuelo de lo que ocurriría horas más tarde en el campo.
LA CLAUSURA
Fito Páez con el emotivo "Dale alegría a mi corazón", calentó el ambiente general. A él se sumaron Sebastián Yatra y las melodiosas voces de la brasilera Annita y la argentina Tini Stoessel. Momento maravilloso que cerró con la presentación de una gigantografía de la obsesión (llámese Copa Libertadores) y cerró con el rapero brasileño Gabriel o Pensador cantandole a su hinchada en tribuna Sur y la banda Turf, a norte. Ambiente propicio para ver un espectáculo de aquellos.
EL PARTIDO
Flamengo flaqueba en defensa. River presionaba en todos los sectores de la cancha. Para los brasileños el terreno estaba practicamente minado por los argentinos. En River, los primeros defensas eran los delanteros producto de ello antes de los quince minutos iniciales, se pusieron en ventaja. El colombiano Borré con un gran recurso para aprovechar un espacio mínimo entre la pelota y el marcador la colocó abajo y a su equipo, arriba.
Flamengo no despertaba, su rival lo tenía dormido. Pinola se dedicó a cortar cuanto avance rojinegro le viniera encima. Enzo Pérez no se quedaba atrás. River Plate parecía asegurarse su quinta corona contra un equipo que no le oponía mucha resistencia. Ya había pasado más de 60 minutos y los encargados de la transmisión hablaban de una nueva conquista argentina frente a equipos de Brasil, regodeandose de las estadísticas a favor.
Sin embargo, llegó el instante clave del partido. Ingresó Diego justo cuando todos preguntábamos por él y el Mengao se echó a jugar. Con el tiempo en contra pero con la mayoría de hinchada a su favor en el Monumental los brasileños cambiaron totalmente y estuvieron a punto de empatarlo pero una heroica arrojada del meta Armani lo impidió. Nudo en la garganta pero señal de confianza en que algo iba a pasar si mantenían ese ritmo.
River contragolpeaba, sin embargo Flamengo la rotaba y con paciencia abría campo. Entre Henriquez, Diego y Gabriel Barbosa estaba la esperanza para torcer el resultado. Pasaba el tiempo y River empezaba a enfriar el juego, cuando una jugada de billar iniciada por Henriquez, seguida por De Arrascaeta y finalizada por Gabigol decretó la paridad. Empate y todo hacía pensar que nos íbamos a un nuevo minipartido en el tiempo extra.
Sin embargo, y he aquí el valor de hacer una final única, Flamengo no especuló con ir a esa instancia. Se sabía mejor en esos minutos y quería terminar de noquear a River. Vino una bola a las espaldas y Gabriel Barbosa confió en el error de los argentinos para acomodarse y fusilar a Armani.
Explosión brasileña. En menos de 5 minutos Flamengo revirtió el marcador y ganó la ansiada Copa Libertadores. La segunda de su historia pero quizá sea la más recordada por como volvió a la vida de la nada. Los brasileños que flaquearon la mayor parte del juego, sacaron fuerza de flaqueza y encendieron la flama de la gloria. Para ellos la alegría no tiene fin, y sí, es solo brasilera.